martes, 17 de febrero de 2009

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Grelda fue a dirección. Lloraba desconsoladamente. La directora la recibió con una sonrisa y un guardapolvo blanquísimo, era muy alta y con el pelo negro, muy oscuro. Buscó algo por unos momentos y apareció con una caja repleta de sellos de animales, tomó a Grelda de la mano y comenzaron a caminar. Grelda estaba más tranquila, puso la caja bajo su brazo y la apretó contra sus costillas. Caminó de la mano de la directora mientras miraba su propio reflejo en las baldosas del colegio, relucientes. Cruzaron la dirección y dieron a un patio interno muy iluminado, con tres puertas y tres aulas detrás de cada puerta, los séptimos grados, los más grandes. Grelda entró junto con la directora a una de las aulas y sintió una treintena de miradas que se depositaban sobre ella; la miraban como se mira a una niña de seis años que está completamente turbada, como un pequeño pollitos. Grelda se dirigió junto con la directora al pupitre principal, la directora acercó una silla más al escritorio y sentó en ella a Grelda, que abrió la caja de sellos y olvidó instantáneamente las treinta miradas, la directora, el aula, el colegio, la madre y estampó los sellos, descubriendo animales y más animales y combinaciones de elefantes y jirafas, cebras y venados...

viernes, 13 de febrero de 2009

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Grelda corre
sus pasos son ligeros
sus piernas largas
sus zapatos marrones
ya gastados
tienen el color de la tierra

Grelda abraza el viento
piensa en que sus pasos serán
talvez los de una princesa
cree en una soledad abismal
no la habita
siempre la presiente
como una poderosa mancha
como la mancha que cubre a su mamá

Grelda llora desde la escalinata de la escuela
llora la soledad, la ajena
sus compañeros resbalan en la mugre de los eucaliptus
ella llora y ve a su madre marchar amargamente